M
Cuando la tarde
arrastra los corazones solitarios de los jóvenes animales
que deambulan enloquecidos por un margen de error…
Cuando vuelca a arrojarse en el jardín y una única y absurda
pregunta resuena en los
oídos: ¿será? ¿no será?
y el sol se tira de cabeza al mar y enrojece los corazones
de los tímidos muchachos, fieras abandonadas al fuego de su
imaginación
que vuela como un helicóptero estallando, iluminándolo todo,
ardiendo por el beso reprimido, la caricia involuntaria
que lleva siempre a la certeza del siguiente día, a la virtud de la
noche
para ensayar en otros cuerpos el zarpazo final (única verdadera
realidad alucinante): el AMOR
loco y disperso como sus cabellos, esa hierba
que se hunde en los pulmones inundando con su olor toda palabra,
mágico rito de la creación, el
viento amarillo que raspa las
caras
y brillan los ojos, y todo se sabe ya. Es solo cuestión de tiempo.
Y cuando la tarde
húmeda y triste como esos muchachos se pega en la pared del
edificio
y ya no suenan los disparos de la soledad, ya todo ha vuelto
hacia el estado natural, y la muchacha se
aleja pensativa
y el muchacho la observa: ¿será?¿no será?, y le empaña las mejillas
pero ella no está, se hundió en el sol, se evaporó en la hierba,
Oh los abrazos mantenidos en secreto, Oh las lenguas, los silencios,
embriagado ya de noche el animal corre hacia el mar y junta arena
para escribirle este imposible pero inútil
poema de amor.
José A. Mazzotti
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