LA
TORTUGA
Cuando bajaron las aguas del diluvio,
era un lodazal el valle de Oaxaca.
Un puñado de barro cobró vida y
caminó. Muy despacito caminó la tortuga. Iba con el cuello estirado y los ojos
muy abiertos, descubriendo el mundo que el Sol hacía renacer.
En un lugar que apestaba, la tortuga vio al zopilote devorando cadáveres.
En un lugar que apestaba, la tortuga vio al zopilote devorando cadáveres.
–Llévame al cielo –le rogó–. Quiero conocer a Dios.
Mucho se hizo pedir el zopilote. Estaban sabrosos los muertos. La cabeza de la tortuga asomaba para suplicar y volvía a meterse bajo el caparazón, porque no soportaba el hedor.
–Tú, que tienes alas, llévame –mendigaba.
Harto de la pedigüeña, el zopilote abrió sus enormes alas
negras y emprendió vuelo con la tortuga a la espalda.
Iban atravesando nubes y la tortuga,
escondida la cabeza, se quejaba:
–¡Qué feo hueles!
–¡Qué feo hueles!
El zopilote se hacia el sordo.
–Qué olor a podrido– repetía la tortuga.
Y así hasta que el pajarraco perdió su última paciencia, se inclinó bruscamente y la arrojó a tierra.
Y así hasta que el pajarraco perdió su última paciencia, se inclinó bruscamente y la arrojó a tierra.
Dios bajó del cielo y juntó los
pedacitos. En el caparazón se le ven los remiendos.
Eduardo Galeano
Preguntas:
1. ¿Esta lectura es una
fábula o un mito? Sustenta.
2. ¿Cuál es el mensaje?
3. ¿Qué opinas del
comportamiento de la tortuga?
4. ¿Con qué otro nombre se
le conoce al zopilote?
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